Debido a la inestabilidad social y política en la frontera entre Colombia y Venezuela, marcada por el estado de excepción en 2017, que fue utilizado de manera inapropiada por el Estado venezolano para cometer abusos, Ana se vio obligada a enterrarlo en Maracaibo, lejos de su territorio ancestral en la Guajira Colombia.

 Ahora, Ana y su familia emprenden un viaje de regreso desde el sur de la Guajira hacia el norte para llevar a cabo el ritual ancestral: la exhumación de los restos de su hijo. Este acto, arraigado a la espiritualidad Wayuu, representa una despedida final de su alma.

Durante este proceso, la familia ha guardado un secreto por años. Los tíos paternos de su hijo deciden finalmente contarle a su abuela, quien tuvo parte de su crianza y que, hasta ahora, desconocía su muerte debido al temor de afectar su salud. Esta revelación le permitirá asistir al segundo velorio y despedirse de su nieto.